A
mediados del siglo XVIII, el virreinato de la Nueva España presentaba
características muy distintas de las que se dieron en la primera mitad
del siglo. En la metrópoli, los monarcas se sentían seguros en el trono y
sabían que había llegado el momento de romper definitivamente con las
estructuras políticas y económicas impuestas por los Habsburgo. En el
caso particular de España, los cambios obedecieron a la necesidad de la
nueva administración borbónica que tomó el poder a partir de 1700, con
el propósito de corregir la situación de progresiva decadencia que se
manifestó en el transcurso del siglo XVII.
En la Nueva España,
los visitadores y virreyes, así como los obispos nombrados por Carlos
III, fueron los primeros y más destacados abanderados del pensamiento
fisiocrático y del absolutismo regalista, fueron los agentes de una
"revolución desde arriba" tendiente a transformar el sistema colonial,
para sujetarlo a la Corona de una manera más eficaz, mediante la
aplicación de los conocimientos científicos de la fisiocracia.
De
acuerdo con el principio de que no podían existir poderes corporativos o
privados que rivalizaran con los del monarca, ni privilegios que
atentaran contra el interés supremo del Estado, la principal tarea de
los funcionarios borbónicos en el virreinato fue la de recuperar las
atribuciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y
grupos.
Todo lo anterior implicaba eliminar la oposición de los
grupos de poder locales americanos, y liberar los factores de producción
monopolizados por algunos de esos grupos. Por ello, los reformistas se
plantearon los siguientes propósitos:
- Crear cuadros administrativos y burocráticos leales a las ideas colonialistas, eliminando el peso de los criollos.
- Adecuar la legislación a las nuevas necesidades de la Metrópoli.
- Contar con una fuerza militar que defendiera y protegiera el programa de remodelación presentado, como un ejército defensor de las fronteras ante las agresiones extranjeras.
- Reducir la autonomía de gestión y control económico de los consulados de comerciantes.
- Poner en circulación los bienes de la Iglesia.
- Favorecer la reducción de precios de las importaciones para erradicar los sectores productivos competitivos, como los obrajes, que desarrollados en la colonia competían con cierto éxito, limitando las ganancias de los comerciantes, fieles a la corona y desarrollando grupos con intereses económicos distintos a la metrópoli.
- Sistema de Intendencias
- Expulsión de los Jesuitas de la Nueva España
- Progreso de la Minería
- Incremento de la recaudación fiscal
El encargado de promover estas reformas en América fue José de
Gálvez, nombrado visitador de la Nueva España por Carlos III entre 1765 a
1771. La misión de Gálvez era establecer diversos mecanismos que
recuperara los hilos que con independencia de la metrópoli se movían
desde hacía más de un siglo en los asuntos económicos, políticos y
administrativos de la colonia y colocarlos bajo la dirección y
vigilancia de funcionarios fieles a la metrópoli. Una de las primeras
instituciones contra las que el visitador Gálvez dirigió sus ataques fue
el virrey, por considerar peligroso para la metrópoli la centralización
de tanto poder, así como la ineficacia administrativa que entorpecía la
solución de todos los asuntos que concentraba. El instrumento
recomendado por Gálvez para buscar la solución a este problema fue una
nueva división territorial en intendencias que venía a sustituir el
sistema de provincias y reinos vigente en ese momento, que permitiría
una mejor administración evitando los abusos de la centralización del
poder en el virrey, los alcaldes mayores, delegados y subdelegados.
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